–Voy a darte un consejo. No te cases nunca antes de haberte preguntado a
ti mismo si has hecho cuanto estaba en tu mano antes de dejar de amar a la
mujer que has elegido, antes de verla tal cual es en realidad, pues de lo contrario,
te engañas cruel e irreparablemente. Cásate solo cuando seas un viejo inútil…
De no hacerlo así, todo cuanto existe en
ti de bueno y de noble morirá; todo se desvanecerá en insignificancias. ¡Sí,
sí! No me mires con ese atontamiento. Si andado el tiempo esperas algo de ti
mismo, entonces oirás decir a cada momento que todo ha terminado para ti, que
todo ha sido cerrado excepto el salón en el que tendrás la consideración de un
criado o un imbécil… esto es todo.
Los rasgos de su enjuto semblante se estremecían con manifiestas nerviosidad; sus ojos, en los que poco aparecía extinto el fuego de la vida, relucían con extraño brillo, y la tristeza y somnolencia que se dibujaban de ordinario en su semblante se trocaban en ese instante en un casi enfermizo enervamiento.
–Tu no alcanzas a comprender porque te digo todo esto –prosiguió-. Y no obstante es la historia entera de la vida… Bonaparte actuaba y se dirigía paso a paso hacia sus fines, era libre, no tenía otra irada que sus designios, y llego a realizarlos. Pero si te unes a una mujer, pierdes entonces toda libertad de acción, como un preso atado a sus cadenas. Todo cuanto existe en ti de vigor y de esperanzas se desvanece y el remordimiento te arruina. Me marcho ahora a la guerra… y no sé por qué. No sirvo para nada.
-Dialogo del Príncipe Andrés a su amigo Pedro.
“La Guerra y la Paz.”
León Tolstoi.-
Los rasgos de su enjuto semblante se estremecían con manifiestas nerviosidad; sus ojos, en los que poco aparecía extinto el fuego de la vida, relucían con extraño brillo, y la tristeza y somnolencia que se dibujaban de ordinario en su semblante se trocaban en ese instante en un casi enfermizo enervamiento.
–Tu no alcanzas a comprender porque te digo todo esto –prosiguió-. Y no obstante es la historia entera de la vida… Bonaparte actuaba y se dirigía paso a paso hacia sus fines, era libre, no tenía otra irada que sus designios, y llego a realizarlos. Pero si te unes a una mujer, pierdes entonces toda libertad de acción, como un preso atado a sus cadenas. Todo cuanto existe en ti de vigor y de esperanzas se desvanece y el remordimiento te arruina. Me marcho ahora a la guerra… y no sé por qué. No sirvo para nada.
-Dialogo del Príncipe Andrés a su amigo Pedro.
“La Guerra y la Paz.”
León Tolstoi.-
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