viernes, 24 de marzo de 2017
Sacrificium.
Las realidades vibran a una frecuencia, como si fueran cuerdas. Cuando las cuerdas se tocan generan un plano, un lugar donde se puede desarrollar algún tipo de existencia física. En alguno de esos puntos, un plano es habitado por clanes de guerreros que son liderados por un grupo de dioses, guerreros y dioses conviven, en una existencia imperfecta, pero pacífica. Cada 250 años los dioses organizan una justa, de la cual, el vencedor, puede pedir cualquier cosa que su corazón anhele.
Entre todos los guerreros uno de
ellos se enamora perdidamente de una mujer, la adora con todo su ser, pero como
sucede con otras realidades, la muerte se hace presente. Arrebatándosela de sus
brazos, por designio de los propios dioses. Ante su dolor y jurándolo por su
propia vida, toma su coraza, realiza una reverencia y se encamina al torneo que
está por iniciar, con la única idea en su mente de ganar.
Al evento acuden guerreros de todos
los rincones del plano, los unos buscando la glorificación de su aldea, los
otros buscando forjar la leyenda de su nombre pero uno solo con la esperanza de
cumplir su más profundo deseo, ver de nuevo a su amada. Los dioses miran desde
su palco, llenos de majestuosidad y desdén, la opulencia de su legado las hace
poner mínima atención a lo que sucede abajo. Abajo, en la arena, una cruel y sanguinaria
batalla se gesta por el único y mayor premio. La contienda era vehemente, una
horda de guerreros fúricos por ganar, ansiosos de alzarse con la victoria.
Uno a uno iba cayendo, derrotado,
medio muerto o en el peor de los casos sin vida. Aquello era un festín para la
muerte. Sin importar lo cruento de la batalla, lo cansado que se sentía y las
heridas que envolvían su agraviado cuerpo, aquel guerrero que jurase ganar, se
levantaba una y otra vez para seguir adelante, el cuerpo le dolía, pero no era
comparable al dolor de su corazón. Uno a uno venciendo a sus oponentes y
hermanos de batalla, uno a uno derrocando sus anhelos para poner por encima el
suyo, hasta llegar al final. Los últimos dos hombres en pie debían enfrentarse.
La lucha no dio tregua, las armas se hicieron presentes, golpes repartidos con
tal brutalidad que la audiencia solo podía exclamar al imaginar el dolor que
sentían. Tras una caída, el guerrero de corazón herido, sintió un momento de
flaqueza, sintió como sus fuerzas lo abandonaron por un momento, tumbado en el
suelo, sintiendo el sabor de la sangre en su boca y aspirando el polvo seco de
la arena, recordó a la que amase en vida y con lágrimas en los ojos regreso al
duelo, con un poder indescriptible, proveniente de los recuerdos de aquella que
partió. La fuerza que poseía en ese momento era incontenible, los dioses
maravillados de la fortaleza que emergía de aquel triste guerrero voltearon un
tanto interesados, dejando a un lado su banalidad y su arrogancia, presenciando
un espectáculo magnificente. Empuñando su maza con tal brutalidad, comenzó a
golpear a su rival, una serie de golpes como si tratara de salvar su propia
vida, su rival solo podía defenderse, haciéndose un ovillo y tras una serie de
agresiones se alzó con la victoria, su rival permaneció inmóvil en el suelo,
había ganado.
Arrastras llegó donde los dioses,
con la cara curtida en llanto, por el recuerdo de la mujer amada y la promesa
de ver su sueño hecho realidad. El dios principal levantóse, tomo al guerreo de
la cara y con una voz similar al estruendo de un trueno, exclamo “Eres el
campeón, haz vencido frente a nosotros y mostrado tu valía, pide lo que
quieras, nuestro poder no tiene límites para tu petición, riquezas, gloria,
honor, lo que desees está a tu alcance”, El guerrero inclinado sollozando
exclamo “que todo ser vivo sea feliz”. Tras hacer una reverencia ante la
petición, el dios principal acotó “recuerda que todo tiene un precio”, lanzo
una sonrisa sardónica. El guerrero cerró los ojos sin entender el alcance de
aquella advertencia.
Cuando abrió los ojos, se encontró
en su casa, se apresuró a ponerse en pie y salió corriendo, todos en la aldea
estaban contentos, reían, cantaban y bailaban en una perpetua celebración. Seguía
sin entender la consigna de los dioses, pero no le importaba mucho, Si todos
eran felices el lo sería también... El amaba tanto a aquella mujer que su única
felicidad era verla con vida. A lo lejos la vio, la mujer que amaba con toda su
existencia estaba de pie riendo… a su lado un hombre, la tomaba de la mano y la
comenzaba a besar. Ella estaba viva pero la felicidad de ella nunca fue con
él...
V.P. Terr
jueves, 9 de marzo de 2017
Luego de algunos
meses, llueve de nuevo
y mágicamente retoman sentido los ritmos y las letras de mi música.
y mágicamente retoman sentido los ritmos y las letras de mi música.
Me doy cuenta,
que mi vida es algo parecido a lo que describía Benedetti:
"...siempre hay algo de tristeza en mis momentos más felices, al igual que siempre hay un poco de alegría en mis peores días.”
Es esto a lo que el uruguayo se refería…
Pero lo que él no describió en esta afirmación es el placer que causa,
como si de hacerle el amor al alma se tratara.
Es como sentirte conectado con lo más profundo de ti, con tu humanidad,
con tus pensamientos. Haciendo contacto con la necesidad de amar y ser amado.
"...siempre hay algo de tristeza en mis momentos más felices, al igual que siempre hay un poco de alegría en mis peores días.”
Es esto a lo que el uruguayo se refería…
Pero lo que él no describió en esta afirmación es el placer que causa,
como si de hacerle el amor al alma se tratara.
Es como sentirte conectado con lo más profundo de ti, con tu humanidad,
con tus pensamientos. Haciendo contacto con la necesidad de amar y ser amado.
En momentos así,
eres consciente de tu fragilidad, de tu sensibilidad,
esa de la que recurrentemente huimos, esa que negamos y le gritamos al mundo haber perdido,
por la que tememos sea lastimada, burlada y engañada una vez más.
La que olvidamos, de vez en cuando darle un poco de paz y de vida, con el frio, con la lluvia,
con la música, con un café, con un cigarrillo o el silencio. A veces y porque no, hasta con la soledad. Nos olvidamos, no queremos y hasta lo evitamos
porque nos vendieron siempre la idea de que todo eso era malo,
porque olvidamos por un momento que éramos humanos.
esa de la que recurrentemente huimos, esa que negamos y le gritamos al mundo haber perdido,
por la que tememos sea lastimada, burlada y engañada una vez más.
La que olvidamos, de vez en cuando darle un poco de paz y de vida, con el frio, con la lluvia,
con la música, con un café, con un cigarrillo o el silencio. A veces y porque no, hasta con la soledad. Nos olvidamos, no queremos y hasta lo evitamos
porque nos vendieron siempre la idea de que todo eso era malo,
porque olvidamos por un momento que éramos humanos.
Dany R.-
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