miércoles, 4 de mayo de 2016


Por primera vez pude reconocer mis errores  y esta vez de manera cruda, sin anestesia las regurgité todas. Por mucho tiempo trate de convencerme que yo no había tenido culpa alguna. Trate de evadir la responsabilidad de mis palabras, actos e injurias.

Ya ebrio de amor, de risas, de charlas sosiegas, de noches oscuras y de jugar a encontrar estrellas pérdidas; después de abrazos, de besos y de regazos  quietos, de sexo y el sentimiento que se esconde entre tus manos y las mías cuando se toman, cuando se estrechan y gritan al mundo lo tuyo y lo mío. Después de todo eso no hay más nada, me sentí perplejo, pequeño, nauseabundo.

Anduve siempre haciéndome creer  que el sufrimiento de esos pobres diablos era a consecuencia de sus desdichadas vidas, Por cualquier medio trataba de buscar algún motivo exonerándome de toda culpa y remordimiento.
La vida hizo darme cuenta que muchos solo fueron una botella de licor que después de ser consumida, la desechas en algún camino que te has decidido no volver andar.
Hoy que debo enfrentarme con esta revelación, ahora todo el remordimiento y la culpa que debí sentir me invade y me paraliza. Ya no hay excusas y aunque no es tarde para el arrepentimiento, tal vez lo sea para pedir perdón.

Daniel Ramírez.-

martes, 3 de mayo de 2016



Voy a darte un consejo. No te cases nunca antes de haberte preguntado a ti mismo si has hecho cuanto estaba en tu mano antes de dejar de amar a la mujer que has elegido, antes de verla tal cual es en realidad, pues de lo contrario, te engañas cruel e irreparablemente. Cásate solo cuando seas un viejo inútil… De no hacerlo así,  todo cuanto existe en ti de bueno y de noble morirá; todo se desvanecerá en insignificancias. ¡Sí, sí! No me mires con ese atontamiento. Si andado el tiempo esperas algo de ti mismo, entonces oirás decir a cada momento que todo ha terminado para ti, que todo ha sido cerrado excepto el salón en el que tendrás la consideración de un criado o un imbécil… esto es todo.
            Los rasgos de su enjuto semblante se estremecían con manifiestas nerviosidad; sus ojos,  en los que poco aparecía   extinto el fuego de la vida, relucían con extraño brillo, y la tristeza y somnolencia que se dibujaban de ordinario en su semblante se trocaban en ese instante en un casi enfermizo enervamiento.

Tu no alcanzas a comprender porque te digo todo esto  –prosiguió-. Y no obstante  es la historia entera de la vida… Bonaparte actuaba y se dirigía paso a paso hacia sus fines, era libre, no tenía otra irada que sus designios, y llego a realizarlos. Pero si te unes a una mujer, pierdes entonces toda libertad  de acción, como un preso atado a sus cadenas. Todo cuanto existe en ti de vigor y de esperanzas se desvanece y el remordimiento te arruina. Me marcho ahora a la guerra… y no sé por qué. No sirvo para nada.



-Dialogo del Príncipe Andrés a su amigo Pedro.
“La Guerra y la Paz.”
León Tolstoi.-