miércoles, 4 de mayo de 2016


Por primera vez pude reconocer mis errores  y esta vez de manera cruda, sin anestesia las regurgité todas. Por mucho tiempo trate de convencerme que yo no había tenido culpa alguna. Trate de evadir la responsabilidad de mis palabras, actos e injurias.

Ya ebrio de amor, de risas, de charlas sosiegas, de noches oscuras y de jugar a encontrar estrellas pérdidas; después de abrazos, de besos y de regazos  quietos, de sexo y el sentimiento que se esconde entre tus manos y las mías cuando se toman, cuando se estrechan y gritan al mundo lo tuyo y lo mío. Después de todo eso no hay más nada, me sentí perplejo, pequeño, nauseabundo.

Anduve siempre haciéndome creer  que el sufrimiento de esos pobres diablos era a consecuencia de sus desdichadas vidas, Por cualquier medio trataba de buscar algún motivo exonerándome de toda culpa y remordimiento.
La vida hizo darme cuenta que muchos solo fueron una botella de licor que después de ser consumida, la desechas en algún camino que te has decidido no volver andar.
Hoy que debo enfrentarme con esta revelación, ahora todo el remordimiento y la culpa que debí sentir me invade y me paraliza. Ya no hay excusas y aunque no es tarde para el arrepentimiento, tal vez lo sea para pedir perdón.

Daniel Ramírez.-

No hay comentarios.:

Publicar un comentario