viernes, 2 de diciembre de 2016


 A Soledad.

Ciérrate, inerte y fría. Quédate  así, consumida y distraída.
Eterna, delicada y fémina compañía, no te olvides de los que sufren,
de los que lloran, recuérdales tu accidental milagro.

Soledad, no te olvides de los que te necesitan,
no abandones a los que te toman y se embriagan
una y otra noche de ti.

Ojala que el licor del recuerdo y la melancolía no se aparten;
los necesito tanto como a ti,
a todas horas, a mi lado, dentro y fuera de mí,
aquí, conmigo.
Sin ti, el frio y los cuartos vacíos serian en vano,
un triste azul y niebla bajo la montaña.

Así es como te quiero, vacilante y ligera,
dispuesta a tocar una nube y la tierra cuando lo necesito.
En la copa de un árbol o en la corteza leñosa del tiempo,
cuando haya pocas razones para reír y un “titipuchal”
de sinsentidos para llorar. No importa el lugar y el momento,
créeme cuando yo te digo que te necesito.

Quiero ser más claro contigo. En resumen:
no me abandones ayer,
no me abandones mañana o nunca.
Que siempre este cerca un poco de papel,
 tinta o tiza, porque  llegas cuando quieres,
siempre muda y dispuesta a decir algo.



Dany R.-

 

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